Esta es una historia real.
Trata sobre un joven que, mucho antes de descubrir qué quería hacer en la vida, decidió dejarse llevar por la música y la creatividad.
Un día, escuchando una banda de la que ni recuerda el nombre, el sonido rítmico y grave del bajo llamó su atención.
De pronto se descubrió obsesionado por ese instrumento. Tenía que conseguir uno.
Y no fue fácil.
Su capacidad de ahorro era más bien escasa para un crío de 14 años, el pequeño de 3 hermanos y que vivía en un barrio nada boyante de Buenos Aires.
Aun así, lo consiguió. Era (por lo menos) de segunda mano, de color madera y de marca Fain. Pagar para aprender a tocarlo era otra historia así que apostó por el mercado de trueque de conocimientos: clases particulares de bajo por solucionar embrollos informáticos. No está mal, ¿no?
No es que hiciera carrera con el bajo pero le “picó el bicho” de la música y descubrió que su trabajo ideal sería uno que uniera técnica, música y creatividad.
Años después, ya en 2006 y en Alicante, empezó a trabajar como DJ de bodas. Como a los clientes le gustaba cómo lo hacía, empezaron a recomendarlo y a proponerlo para otro tipo de fiestas y eventos.
Música para bodas, fiestas de empresa, urbanizaciones, hogueras, moros y cristianos,...
Hasta que en 2014 se le presentó una oportunidad con la que no contaba: la empresa estaba en venta. Lo pensó más de dos y de tres veces y, después de hacer números, se hizo con TecnoSonido.
Decidió reinventarla y hacer de ella un proyecto en constante evolución, ampliando su equipo y su cartera de servicios para dar cobertura también a los eventos corporativos.
¿Y su bajo? ¿Qué fue de él?
Ese primer Fain ya tiene sustituto que, aunque ya no tiene tanto tiempo como quisiera para tocarlo, está colgado en el despacho desde el que dirige TecnoSonido, con la misma ilusión que aquel crío de 14 años que no podía pagarse las clases particulares.